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En estos tiempos de pandemia, cuando vemos día a día diferentes reacciones de adultos que nos genera rechazo. Te topas con historias de niñas que no tienen los poderes fantásticos de los superhéroes, pero ofrecen ideas y soluciones diferentes a los problemas de su comunidad. Estas historias valen la pena contar y que se hagan conocidas.

 

Gabriela Yauri Condo y Nina Arana Ramos

Estas niñas de distritos diferentes, lejos de agobiarse por la pandemia, decidieron usar su poder con la lectura y poner en marcha las pequeñas Bibliotecas de Confianza, las cuales administran junto con sus padres.

La idea original fue creada por Josefina Jiménez, quien a principios de la pandemia colocó un estante con libros fuera de su casa para que los vecinos interesados puedan tomarlos y “salir de este encierro” a través de la lectura; invitando a más personas a hacer lo mismo desde sus barrios.

Así fue cómo Gabriela y Nina al enterarse de esta genial propuesta, decidieron ponerla en práctica en sus comunidades e incentivar la lectura. Ambas niñas se pusieron en contacto con Josefina quien les hizo llegar a cada una donaciones de un centenar de libros.

Para Gabriela de 13 años del distrito de Ate, no es solo ofrecer los libros si no también leerlos y compartir su punto de vista con sus nuevos amigos. Desde muy chica la lectura ha sido parte de su vida, como lo cuenta su madre que la mayoría del tiempo la encontraba debajo de la cama, escondida, leyendo, alumbrando el libro con su linterna.

Nina, de 8 años del distrito de San Juan de Miraflores, administra la biblioteca junto con su madre, la cual al principio del proyecto ayudó a incentivarlo mediante la difusión del mismo por el WhatsApp del barrio y el de la zona. Ahora no solo recibe donaciones por parte de Josefina, si no también de amigos y familiares.

 

Marsivit Alejo

Marse, para los amigos, vive en Villa María del Triunfo, tiene 13 años y cursa el primer año de secundaria. Los poderes que la caracterizan son los de liderar, organizar y comunicar, poderes que no deben perderse.

Ella, sin ayuda de las autoridades de su distrito, organizó a 30 asentamientos humanos para recibir las donaciones que ella misma gestionó con la Asociación Civil Juguete Pendiente.

Marsivit, lejos de quedarse sentada esperando que sus padres (desempleados por la pandemia) puedan conseguir comida, se movilizó. En la actualidad coordina junto con las organizadoras de seis ollas comunes la recaudación de dinero, para comprar alimentos con los que preparar desayunos y almuerzos de lunes a sábado para quienes se han quedado sin recursos por la crisis del coronavirus.

Estas niñas para muchos son ejemplos a seguir que nos demuestran el empoderamiento de las niñas y adolescentes y que este tipo de poder es el que más cambios genera.

 

Comparte esta historia para que más personas conozcan los súper poderes de estas niñas.


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